Ley Natural

Ley natural

Esta idea se remonta a la época anterior de la filosofía griega. El primero en utilizar el término es Antígona de Sófocles (s. IV a.C.), que frente al castigo de su tío Creonte, que no permite que su hermano sea enterrado, Antígona apela a otra ley no escrita que es anterior y superior a la que dictamina el rey, viene después Antifón que contrapone la ley civil a la ley natural, Epicteto formula y propone como regla de conducta el primer principio de la ley natural: hay que hacer el bien y evitar el mal, Cicerón dice que hay una ley verdadera de acuerdo con la naturaleza, conocida de todos, constante y sempiterna, a la cual no es licito ni arrogarle ni derogarle algo, es una ley propia de la naturaleza humana, es la ley del hombre, pues corresponde con la estructura racional del ser humano.

En el pensamiento cristiano la ley natural es interpretada como la ley divina escrita por Dios en la naturaleza del hombre. Al respecto San Justino dice que existen leyes que son generales, naturales y eternas. Tertuliano que así como los judíos encontraron en la Ley de Moisés la plenitud de la ley natural, de modo semejante los cristianos encuentran en la ley de Cristo el perfeccionamiento de la Ley judía. San Jerónimo dice que lo primero es la ley natural, común a todos los hombres y después la Ley mosaica dada por Dios a su pueblo: que oigan los judíos, que se glorían de que solo ellos han recibido la Ley de Dios: todos los hombres del orbe de la tierra recibieron al principio la ley natural. San Agustín dice que esa ley está escrita en los corazones de los hombres, ni siquiera el ladrón la puede robar; el pecado es desobedecer a ésa ley escrita en el interior de los hombres. San Gregorio el Magno dice que el Señor dotó de inteligencia al hombre, para que por la ley natural este obligado a saber si sus obras son buenas o malas. Orígenes argumenta: La ley natural es superior a todas las demás leyes humanas. Y la razón es su origen: está escrita en la naturaleza de todos los hombres. Consiguientemente, añade, la Iglesia no puede estar sometida a leyes injustas del Estado. Los Padres subrayaran tres aspectos fundamentales 1. La bondad de Dios con los hombres al darles esa ley. 2. La responsabilidad de la persona en el uso de la misma. 3. La degradación a la que puede llegar el hombre cuando no la cumple.

La contemplación de la ley natural en la Revelación: Varios autores indagan sobre este tema para darle una respuesta, tenemos a Diez Macho que dice que no se encuentra explicito pero si implícito en el Nuevo Testamento. Chiavacci que dice la ley natural no es un concepto originalmente bíblico, sino griego, pero toda la literatura sapiencial es una reflexión moral, Tenemos por ejemplo el decálogo, el cual enuncia preceptos morales contenidos en la ley natural. La biblia no es un libro de filosofía ni un manual de moral, por tanto el termino no lo podemos encontrar de modo expreso. La doctrina teológico moral de la ley natural, doble critica a la ley natural: la metafísica ha influido mucho en la reflexión teológica moral, lo cual hace revalorar el concepto de ley natural tanto en relación al discernimiento de los valores cristianos, como en la argumentación de sus contenidos. Otra de las críticas es que la teología moderna cada vez más va dejando fuera el concepto de ley natural en sus exposiciones y justificaciones. Varios documentos lanzados del magisterio han ido exponiendo el concepto para recuperarlo como medio para asentar racionalmente algunos presupuestos del actuar ético del creyente, precursor de esto es León XIII creador de la Rerum novarum en la cual propone la subordinación de la ley humana a la sabiduría de Dios, esta es la razón más alta del legislador divino, la que se haya impresa en el hombre; en la fuerza de la ley reside en imponer unos deberes, otorgar derechos y sancionar comportamientos, de todo esto se deduce que la misma ley natural es la ley eterna, incita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene, es la misma razón eterna del Creador y gobernador del universo. Conceptos del Catecismo de la Iglesia Católica: 1. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y deberes. 2. Fija el sentido de su historicidad, de su aplicación y de su permanencia a lo largo del tiempo. 3. Es inmutable, subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. 4. Proporciona los fundamentos sólidos sobre los cuales el hombre puede construir el edificio de las normas morales que lo rigen.

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La conciencia

La conciencia y su formación

García Haro la define como un acto de nuestro intelecto práctico. Erick Fromm dice que la reacción dinámica de la conciencia es la reacción de toda nuestra personalidad al funcionamiento justo o equivocado. Klaus Demmer dice que es la instancia libre y consiente donde uno se decide por una acción. Aurelio Fernández dice que es lo mas intimo de la persona inspirado en San Agustín. La cual se puede clasificar en sensitiva, racional y moral. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que es un juicio de la razón por el que la persona conoce la calidad de un acto.

La grandeza de la conciencia radica en que permite a la persona humana emitir un juicio practico sobre su actuar. Al respecto el Concilio Vaticano II dice que es el núcleo mas secreto, el sagrario del hombre. Es la que nos permite conocer la ley divina, pues se convierte en el verdadero interprete de la ley. “mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina” (Catecismo 1778), entonces la conciencia no es la que crea el bien o el mal, sino que simplemente lo descubre en lo prescrito en la ley, “es una ley que no se dicta a si mismo, pero a la cual debe de obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón” (GS 16). Como caminos la conciencia emite juicios de lo bueno o malo, acude a la ley que le esclarece o determina lo bueno o malo y analiza la grandeza de su misma persona, situa al hombre en dialogo consigo mismo y con el querer de Dios.

Entre las clases de conciencia podemos descubrir que es una sola como la persona misma, pero se le distingue según sea el juicio o dictamen, asi que hay distintas clases: por la emisión de juicio puede ser antecedente o consecuente, por la conformidad con la Ley es verdadera o errónea, por la responsabilidad es recta o torcida, por dictamen es preceptiva, conciliativa, permisiva o prohibitiva, por asentamiento es cierta, dudosa o perpleja y por el modo habitual de juzgar puede ser escrupulosa, laxa, delicada, farisaica o cauterizada.

En la revelación la conciencia aparece 30 veces como syneídesis en el NT, mientras que para presentarla en el AT se utiliza la palabra “Corazón”, como fuente donde mana el pecado, también maneja otros conceptos como “prudencia”, “espíritu”, “sabiduría”, etcétera. De las 30 veces que el NT lo menciona 20 es en cartas paulinas (Romanos, Corintios, Timoteo, Tito, tmbien esta en Hch, Hb, 1 Pe). Estos textos muestran la actitud del hombre ante el bien y el mal, o sea conciencia moral. Para iluminar mejor este punto tenemos a Rom 2, 15 “la conciencia es una realidad presente en todos los hombres”; 2 Cor 4, 2; 5, 11 “los cristianos han de estar atentos al reclamo de su conciencia; Rom 9, 1 “Pablo actúa de acuerdo a su conciencia”.

En la Tradición o los escritos patrísticos, iluminan el concepto diciendo que es ana facultad en el ser mismo del hombre, es una presencia de Dios en el interior de la persona, es el juez que juzga inexorablemente la conducta de cada hombre, es el juez y guía por los que habla Dios, es la ley escrita en la naturaleza.

Como lo hemos marcado en lo que va del escrito, parecería que la conciencia es infalible, pero no es así, también es sometida al error y una conciencia errónea imposibilita a emitir juicios verdaderos sobre la bondad o malicia de un acto; el error puede ser vencible o invencible según el caso. En cuanto a libertad de conciencia se dice que esta debe de ser respetada incluso cuando se encuentre en error, al respecto dice la dignitatis humanae 11 el hombre percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina… no se le puede forzar a obrar contra su conciencia ni tampoco impedir que obre según esta”. Dado que la conciencia debe de ser respetada en todas sus relaciones con Dios, la persona tiene derecho a la libertad religiosa. La conciencia dudosa es la que no sabe dictaminar, pues vacila acerca de la licitud de llevar a cabo u omitir una acción, puede ser positiva (con razones para dudar) o negativa (sin razones serias), en caso de duda positiva no es licito actuar, se debe salir primero de la duda (Cf. Rom 14, 23). La conciencia perpleja ante dos preceptos, cree pecar sea cual sea el deber que elija, una obligación objetiva dudosa no se acarrea ninguna obligación subjetiva. La conciencia escrupulosa cree que hay pecado en todo incluso cuando no lo hay.

La tarea de formar la conciencia es la más urgente del ministerio pastoral, esto con el fin de hacerla objetiva de continua conversión a la verdad y al bien (VS 64). El catecismo 1784 dice que debe de abrírsele al niño el conocimiento y practica de la ley interior. A este punto San Alfonso de Ligorio aporta que primero hay que formar a los sacerdotes, por los que la conciencia ha de ser formada. Esto a través del sacramento de la penitencia, el cual es la segunda tabla de la salvación después del naufragio (el bautismo es la primera); este sacramento allana el camino a cada uno, hasta cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. La conciencia moral tiene que ser la verdad que conduce a la persona humana al bien, a la salvación que es llamada.

Carta de Hans Küng

Hans Küng. Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo

HANS KÜNG 15/04/2010

Estimados obispos,

Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo elsecretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpapersonal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles,donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.

Revelación



REVELACIÓN Y EXPERIENCIA

1. Introducción

A partir de las nuevas filosofías que ya desde hace algunos años han estado dando la vuelta al hombre y que tomado de manera central su estudio, se ha ido reelaborando un verdadero círculo hermenéutico entre la revelación y su propia experiencia. En este sentido, la revelación busca el perfeccionamiento de la existencia del hombre; pero hay que tener cuidado con este antropocentrismo dentro de la revelación, porque esta manera de hacer teología corre el riesgo de desvalorar u olvidarse de Dios. Es lo que dice Walter Kasper, que este reduccionismo de la teología a la antropología es porque se malentiende que por el amor de Dios al hombre, esta se debe de centrar en el hombre, pero al contrario, para no perder el piso ése amor la debe de llevar a Dios por amor al hombre[1].

2. Experiencia

Para empezar, este concepto siempre ha tenido tras de sí relaciones fundamentales con otros tales como son: pensamiento y mundo, espíritu y ser, sujeto y objeto. Para signifícalo varios autores van deshilando el concepto, H. Rombach: hechos y contenidos dados y los representa como pertenecientes a un conjunto, a partir del cuerpo de la imagen[2], esta saca conclusiones de una primera percepción sensible. Es un contacto directo con una realidad que amplia y enriquece el modo de pensar y ver la realidad; cada experiencia amplia el horizonte de conocimiento, lo modifica, lo perfecciona; la experiencia es al mismo tiempo una prueba y una ganancia.

Maneras de aprender la realidad:

a)Empírica: la que ve la importancia del objeto, corre el riesgo de aislar completamente el sujeto y se fija solo en el conocimiento del objeto. Por lo tanto en esta forma se aprende la importancia del objeto.

b) Racionalista: esta enfatiza el papel de la inteligencia y el carácter sintético de la experiencia, o sea que es el vuelco de la inteligencia sobre el objeto que se nos presenta. Nuestra experiencia total… trasciende el factor perceptible de la experiencia[3]. Y como dice Kant: no hay duda que nuestro conocimiento empieza con la experiencia, pero de ella no deriva todo.

Lo que hace Kant es distinguir razón de experiencia, pero no separarla de ella. La experiencia es el rostro de la razón implícita; la razón, a su vez, es el florecer de la experiencia comprendida y explicada. Este concepto de experiencia oscila entre dos extremos: el empirista y el racionalista; el primero acentúa lo especifico, lo único, lo individual; el segundo hace desaparecer esta singularidad, para recuperarlo en la universalidad de la categoría.

Ahora bien, hay un triple modo de experimentar: como acto que se hace, la cual es activa y reina la libertad; como actividad que se padece, la cual es pasiva, no hay libertad y te hace invadir con emociones, ideas o impulsos de fuera; por ultimo como actividad recibida, pasiva, pero libre, la cual es una pasividad activa. La experiencia por tanto es camino y fuente de verdad, es una relectura de las tradiciones, tanto presentes como pasadas, para producir nuevos conocimientos teológicos. Dar valor a las experiencias actuales significa querer hacer comprensible una experiencia pasada, cristalizada en la tradición, esto es el famoso circulo hermenéutico entre las experiencias. Existen tensiones entre experiencia y tradición, porque una hace referencia a la no sustitución del sujeto y la tradición tiende a lo supraindividual. De esto sale avante cuando decimos que toda experiencia tiene una dimensión comunitaria, pues un hombre puede llegar a comprender dicha experiencia desde un universo hermenéutico, en cuanto que est es miembro de una cultura; el mayor vicio de la modernidad es el individualismo, pero incluso en este ambiente la sociedad desea experiencias de comunidad. La mediación en la transmisión, la cual se trasmite por convivencia y la experiencia por tanto se mide en cuanto que es interpretada dentro del universo lingüístico, social e histórico del sujeto. Es comunitaria porque puede además tener una experiencia con otros, compartiendo con ellos su propia experiencia. Terminando con este punto podemos decir que una autentica experiencia influye en los múltiples aspectos de la existencia: imaginación, emoción, etc. Es concreta, pero debido a su dimensión humana adquiere carácter común[4].

3. Características actuales de la experiencia

Se trata de explicar como el hombre se percibe a sí mismo y a sus funciones fundamentales, es ponerlo frente a su experiencia de fe. Para explicar este punto como primera instancia esta la conciencia de libertad religiosa, con la cual el sujeto como descubierto de valor se siente con la libertad de elegir, alejado por lo tanto de toda acción que lo coaccione. En relación con los derechos humanos se enmarca todas las experiencias fundamentales de conciencia del ser humano, todo esto constituido en la declaración de los derechos humanos de 1948, la cual dice que todo hombre tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, esto en el artículo XVIII; sobre la libertad religiosa también se impone la asamblea del consejo mundial de las iglesias la cual dice que es un derecho humano fundamental; también el magisterio de la Iglesia da su opinión al respecto, Juan XXII en la encíclica Pacem in terris dice: corresponde igualmente a los derechos de la persona la libertad de rendir culto a Dios, según el recto dictamen de la propia conciencia; dato que retoma el Vaticano II en la declaración Dignitatis humanae n.1. Otro punto que desglosa es la búsqueda de la libertad y del placer, del cual el texto recuerda a Freud el cual dice que el inconsciente que se rige por la ley del placer se ha transformado por la del Ego, en base a esto Marcuse pretende hacer un análisis crítico, en especial de la sociedad capitalista que según su pensamiento es la que mas reprimida vive. Las ideas de la liberación del placer son las que van a constituir un elemento fundamental en la conciencia moderna, a la cual Marcuse se une para propugnar una reactivación del erotismo para descargar la represión del trabajo. Otro psicólogo de lo sexual es Reich el cual dice: la sexualidad es el centro en torno al cual gravita la vida social, así como la vida íntima del individuo[5]; con lo cual llegará a la conclusión de que toda neurosis viene acompañada de una perturbación de la genitalidad.

Otro punto en el que el texto indaga es en la centralidad del placer de la libertad, aquí se dice que en torno al placer giran los otros valores y alcanza todas las realidades, pues toda acción va en función de la autorrealización y la gratificación, por lo tanto, si una institución asevera a imponerse sobre cuestiones sexuales tropiezan con la irreductibilidad en la libertad del deseo, este es el pensamiento de Pellegrino el cual con estas palabras resume la conciencia moderna: el placer nos libra de la locura[6]. El siguiente punto es sobre la fascinación de la novedad y la sorpresa como puntos yugulares para su división. Otro problema del hombre moderno es el deseo de convivialidad y apatía por la política, pues hay todo un afán por romper el aislamiento de una subjetividad que, en parte, se siente presa de su individualismo y el que es individualista muestra deseos de autosatisfacción. Contraparte con esto el joven de hoy desprecia la política.

En cuanto al aspecto religioso cada vez más hay una deserción de dicha rutina, del ritualismo, el problema tal vez sea que la religión amenaza el individualismo y por tanto la autosatisfacción, reinante en el mundo moderno. Al tratar de superar el sentimiento de aislamiento y soledad, el hombre se entrega a mecanismos de compensación: droga, alcoholismo, etcétera. El hombre moderno atado por estos problemas sigue buscando la experiencia de liberación, el documento de Puebla entra en este punto diciendo que un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte[7]. Un resumen de la experiencia de vida del hombre moderno es que el busca al mismo tiempo, la experiencia de libertad, de no compromiso, de satisfacción y conexión con otras personas. Este es el equilibrio inestable que caracteriza la modernidad y que ocasiona que no solo las fuerzas religiosas se muevan, sino muchas presentes en nuestra sociedad, persiguiendo el instinto de supervivencia y la ansia de felicidad.

4. Relación entre experiencia actual y revelación

Hoy en día hay que buscar la manera de que la experiencia de la revelación cristiana sea asequible para el hombre moderno, la cual debe de hablar desde la experiencia personal. De por sí la revelación es para los hombres de todos los tiempos, lo único que se pide ahora es que sea reinterpretada para que en ella el hombre de hoy se identifique, es traducir lo que para nosotros es tradición en experiencia, esta tradición para la iglesia primitiva fue experiencia, y en base a esta traducción vivencial de la tradición a nuestros días, podemos convertir dicha experiencia renovada en revelación. La primera generación de cristianos conoció a Jesús como la expresión de la revelación de Dios[8]. Ahora lo que hace la tradición judeo-cristiana es conservar y hacer asequible a las generaciones siguientes una experiencia que pretende ser revelación de Dios, en tres pasos: la predicación de Jesús, el contacto de los contemporáneos con esta y una vez dado el misterio pascual se da la reinterpretación de la predicación y de la persona de Jesús; dicha predicación de Jesús viene a inaugurar nuevos tiempos, de ahí en adelante serán los tiempos del Reino de Dios, Jesús lo hará manifiesto con signos específicos en su momento, que irán desde milagros hasta la revitalización y revisión de las normas. La llegada del Reino de Dios será entonces una irrupción transformadora, que encontrará su fundamento en la pascua de Jesús. Según Pablo, el experimentar el Reino es hacerse nueva criatura haciendo caducar lo que antes nos gobernaba[9]; esto es entonces un proceso concreto de liberación personal, de alegría, de felicidad de realización sin exagerar las categorías sobrenaturales. Esta experiencia fundamental del NT se estructura en cuatro principios: 1) Teológico y antropológico: Dios nos quiere salvos desde nuestra propia historia. 2) Mediación cristológica: Jesús como modelo perfecto de hombre. 3) Praxis eclesiológica: Escribir la propia historia desde el seguimiento de Jesús. 4) Realización final escatológica: Nuestra historia no tendrá un final terreno.

En el interno de nuestra experiencia actúa la experiencia de Jesús, si la Iglesia primitiva tuvo la libertad de traducir con libertad la experiencia de Jesús, nosotros mismos también tenemos la libertad (con fidelidad al dato revelado) de integrar en la experiencia de Jesús las premisas de la modernidad. Jesús que vino a liberarnos nos pone la muestra haciéndose ver como un hombre libre dentro de su ambiente, al respecto Duquoc dice: de las relaciones con su ambiente y de su manera de ser se desprende el perfil de una personalidad, cuyo elemento más visible parece ser la libertad[10], ahora el hombre moderno se deja fascinar por esa experiencia libre de Jesús, pues la corriente del pensamiento moderno que valora la libertad se acerca mucho más a la revelación cristiana, alejando la subjetividad propia de la modernidad el hombre mismo se abre a la trascendencia, es aquí donde se empieza a ver al otro como fin y no como medio[11]. Es una libertad en el Espíritu, pues donde reina el Espíritu reina la libertad[12], ahora ya no es obedecer a la Ley por la Ley, pues si es así te aprisiona tu decisión, la libertad reside en la autenticidad de la decisión.

Entre la libertad moderna y la cristiana existen oposiciones, pues mientras la moderna se orienta al sujeto y su autosatisfacción, la cristiana señala al otro, es una libertad para con Dios y el prójimo. Esta libertad para con el otro quiere purificar la esencia de la modernidad y en la decisión de amor al hermano la libertad cristiana se encuentra ante Dios y es por tanto trascendente, cuando se busca un bien para sí mismo se encuentra en pecado y es por tanto inmanente. El fin último de la revelación es la felicidad del hombre, el cual dentro de la libertad cristiana puede encontrar su plena realización, este concepto: felicidad, es sin lugar a dudas el que mueve los motores de la sociedad moderna, entonces así como dijimos que la modernidad puede bien actualizar el dato revelado convirtiendo la tradición en experiencia para nosotros, la libertad cristiana puede purificar la comprensión de la felicidad moderna: solo en Dios descansa mi alma.

5. La experiencia del encuentro

La revelación viene a responder a las condiciones ontológicas que posibilitan al sujeto a la experiencia del encuentro. Y éstas a su vez le ayudan a descubrir rasgos de la revelación que pudieron haber quedado olvidados. El siguiente texto hace una revisión del encuentro desde una fenomenología-trascendental, partiendo primero del encuentro humano y después pasando al encuentro divino como posibilidad de la revelación.

5.1 Fenomenología de la experiencia del encuentro entre personas

a) La persona como misterio. La persona es un misterio que no se puede objetivar totalmente. La persona es tensión, es conciencia, es libertad, es apertura a lo Trascendente, es auto-presencia, está abierta a dar y a recibir. La persona es el acontecer propio del ser. Ser persona es ser-para-amar.

b) La persona se manifiesta por la comunicación, por los símbolos. La primera manifestación de la persona es el estar-ahí-en-el-cuerpo. En el cuerpo se manifiesta la persona con su historia, su pasado, su raza, su pueblo, su familia. El cuerpo es el reflejo de quien el hombre es. La vida tiende a manifestarse y el cuerpo es su gran lenguaje. En cada movimiento el cuerpo revela tanto lo que la persona pretende como lo que se le escapa. El hombre inventó el lenguaje para comunicarse, siendo la palabra la más excelsa forma de hacerlo. La palabra revela el interior del hombre, sus intenciones y proyectos. La palabra es la síntesis de la vida y el concepto, debe ser interpretada y es tarea del hombre siempre ser un experto hermeneuta.

c) El hombre, ser que interpela. El hombre interpreta los signos y descubre en ellos significados que provocan una respuesta no pre-determinada, sino decidida por él. Para ello el hombre tiene que descifrara signos y símbolos polisémicos. Por medio de ellos se puede percibir al otro en su misma persona

d) El hombre debe tomar una actitud ante un símbolo personal, interpretándolo. A un símbolo se le interpreta se capta su significado para tomar un actitud frente a él. Cuanto mejor se interpreta un símbolo hay mayor oportunidad de captar el verdadero sentido y reaccionar coherentemente.

e) Nivel de interpretación. Esta situado en el ámbito personal-vital. Es un encuentro que implica compromiso. No se interpreta sólo para adquirir conocimientos, sino para llevarlo a la experiencia personal de vida.

f) Conflicto de interpretaciones. Los símbolos al ser polisémicos permiten diversas interpretaciones, incluso antagónicas. Abren espacio para errores. La elección va junto a la interpretación y viceversa. Según la interpretación que sea hecho de un símbolo será el movimiento de voluntad en la elección que se tomará.

g) El hombre interprete del lenguaje. El hombre está llamado a ser el interprete del lenguaje que él mismo ha creado, sin embargo existe en el lenguaje el riesgo de interpretar mal y ello originará en el hombre el sentimiento más temido por él: el rechazo. Todo hombre desea ser deseado, el rechazo le atemoriza y le causa miedo. En cada palabra que el hombre emite espera una respuesta y pretende que esa respuesta sea positiva y que le abra las puertas del diálogo con el otro.

h) Dimensión teologal del encuentro y su relación con la revelación cristiana. Todo encuentro implica un acto de fe en el otro. Para que se del encuentro entre Dios y el hombre como el encuentro que se da entre los hombres son necesarias tres condiciones, a saber: la iniciativa libre de uno de los interlocutores que en este caso siempre es de Dios, de allí que la revelación es entienda como un acto de amor. Cada encuentro revela el misterio de la persona de manera que nunca se agota y se expone al conflicto de las malas interpretaciones, también la revelación deja abierto el misterio de Dios y del hombre, ninguno de los dos se agota. Por último los encuentros humanos son liberadores, de tal suerte que sacan al hombre de su egoísmo, así la revelación cristiana presente este dejo de liberación hay un salir de sí mismo para encontrarse con Dios y con el hermano.

i) Aspecto procesual del encuentro y de la revelación. El ser humano es incapaz de captar la realidad en un solo acto y sí se trata de interpretar a otro ser humano esa imposibilidad se potencia a su máxima expresión. Los encuentros vanen distintos grados, algunos son más superficiales o más profundos que otros. En la revelación también se da un proceso progresivo de tal suerte que el hombre llega a una experiencia cada vez más profunda de Dios en la medida en que va interpretando sus mensajes.

j) Ulteriores reflexiones sobre la revelación como encuentro. El encuentro con Dios se da de distintas maneras para el hombre, primero lo hace al descifrar la naturaleza, después y de manera más sublime a través de las relaciones con los demás hombres, los cuales le abren a la trascendencia a través de una acción liberadora y salvadora. En una amistad, en una relación de pareja, allí se descubre a Dios que se revela como comunidad, es decir como Trinidad, eternidad a la que todos estamos invitados.

k) Algunas conclusiones previas. El ser humano puede encontrarse con el otro sólo porque tiene en sí mismo la posibilidad de salir de sí. Es decir hay una estructura ontológica a priori para el encuentro. Esta misma estructura hace al hombre capaz de estar abierta a la revelación divina, así esta revelación histórica de Dios se concretiza en la persona de Jesucristo.



[1] KASPER, Walter, Vertandnis der Theologie damals und heute, en Teologie im Wandel, Munich-Freiburg, 1967, p. 110.

[2] ROMBACH, H., Erfahrug,Erfahrugswissenschaft, en: Lexikon der Padagogik, I, Friburgo, 1970, 375s

[3] Van ROO, W. A., Experience and theology, en: Gregorianum 66 (1985) pp. 611-640

[4] Cf. MIETH, D., ¿Qué es experiencia?, en Concilium 133 (1978) pp. 307-312

[5] REICH, W., La fundación del orgasmo: problemas económico sexuales de la energía biológica, Paidós, Barcelona, 1978.

[6] PELLEGRINO, H., O Papa, o prazer e a locura: tendencias-debates, en: folca de S. Paulo, 9 de Junio de 1984, p.3

[7] Documento de Puebla, n. 88s.

[8] EICHER, P., Arevelacao administrada. Sobre a relacao entre a Igreja oficial e a experiencia, en: Concilum 133 (1978) p.273

[9] 2 Cor 5,17; Fil 3,8ss.

[10] DUQUOC, Ch., Jesús, hombre libre, Sígueme, Salamanca, 1982, p.29

[11] Cf. KASPER, W., Vertandnis der Theologie damls und heute, en: Theologie im Wandel, Munchen-Freiburg, 1967, pp. 110-112.

[12] Cf. 1 Cor 3, 17

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