La conciencia
García Haro la define como un acto de nuestro intelecto práctico. Erick Fromm dice que la reacción dinámica de la conciencia es la reacción de toda nuestra personalidad al funcionamiento justo o equivocado. Klaus Demmer dice que es la instancia libre y consiente donde uno se decide por una acción. Aurelio Fernández dice que es lo mas intimo de la persona inspirado en San Agustín. La cual se puede clasificar en sensitiva, racional y moral. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que es un juicio de la razón por el que la persona conoce la calidad de un acto.
La grandeza de la conciencia radica en que permite a la persona humana emitir un juicio practico sobre su actuar. Al respecto el Concilio Vaticano II dice que es el núcleo mas secreto, el sagrario del hombre. Es la que nos permite conocer la ley divina, pues se convierte en el verdadero interprete de la ley. “mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina” (Catecismo 1778), entonces la conciencia no es la que crea el bien o el mal, sino que simplemente lo descubre en lo prescrito en la ley, “es una ley que no se dicta a si mismo, pero a la cual debe de obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón” (GS 16). Como caminos la conciencia emite juicios de lo bueno o malo, acude a la ley que le esclarece o determina lo bueno o malo y analiza la grandeza de su misma persona, situa al hombre en dialogo consigo mismo y con el querer de Dios.
Entre las clases de conciencia podemos descubrir que es una sola como la persona misma, pero se le distingue según sea el juicio o dictamen, asi que hay distintas clases: por la emisión de juicio puede ser antecedente o consecuente, por la conformidad con la Ley es verdadera o errónea, por la responsabilidad es recta o torcida, por dictamen es preceptiva, conciliativa, permisiva o prohibitiva, por asentamiento es cierta, dudosa o perpleja y por el modo habitual de juzgar puede ser escrupulosa, laxa, delicada, farisaica o cauterizada.
En la revelación la conciencia aparece 30 veces como syneídesis en el NT, mientras que para presentarla en el AT se utiliza la palabra “Corazón”, como fuente donde mana el pecado, también maneja otros conceptos como “prudencia”, “espíritu”, “sabiduría”, etcétera. De las 30 veces que el NT lo menciona 20 es en cartas paulinas (Romanos, Corintios, Timoteo, Tito, tmbien esta en Hch, Hb, 1 Pe). Estos textos muestran la actitud del hombre ante el bien y el mal, o sea conciencia moral. Para iluminar mejor este punto tenemos a Rom 2, 15 “la conciencia es una realidad presente en todos los hombres”; 2 Cor 4, 2; 5, 11 “los cristianos han de estar atentos al reclamo de su conciencia; Rom 9, 1 “Pablo actúa de acuerdo a su conciencia”.
En la Tradición o los escritos patrísticos, iluminan el concepto diciendo que es ana facultad en el ser mismo del hombre, es una presencia de Dios en el interior de la persona, es el juez que juzga inexorablemente la conducta de cada hombre, es el juez y guía por los que habla Dios, es la ley escrita en la naturaleza.
Como lo hemos marcado en lo que va del escrito, parecería que la conciencia es infalible, pero no es así, también es sometida al error y una conciencia errónea imposibilita a emitir juicios verdaderos sobre la bondad o malicia de un acto; el error puede ser vencible o invencible según el caso. En cuanto a libertad de conciencia se dice que esta debe de ser respetada incluso cuando se encuentre en error, al respecto dice la dignitatis humanae 11 “el hombre percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina… no se le puede forzar a obrar contra su conciencia ni tampoco impedir que obre según esta”. Dado que la conciencia debe de ser respetada en todas sus relaciones con Dios, la persona tiene derecho a la libertad religiosa. La conciencia dudosa es la que no sabe dictaminar, pues vacila acerca de la licitud de llevar a cabo u omitir una acción, puede ser positiva (con razones para dudar) o negativa (sin razones serias), en caso de duda positiva no es licito actuar, se debe salir primero de la duda (Cf. Rom 14, 23). La conciencia perpleja ante dos preceptos, cree pecar sea cual sea el deber que elija, una obligación objetiva dudosa no se acarrea ninguna obligación subjetiva. La conciencia escrupulosa cree que hay pecado en todo incluso cuando no lo hay.
La tarea de formar la conciencia es la más urgente del ministerio pastoral, esto con el fin de hacerla objetiva de continua conversión a la verdad y al bien (VS 64). El catecismo 1784 dice que debe de abrírsele al niño el conocimiento y practica de la ley interior. A este punto San Alfonso de Ligorio aporta que primero hay que formar a los sacerdotes, por los que la conciencia ha de ser formada. Esto a través del sacramento de la penitencia, el cual es la segunda tabla de la salvación después del naufragio (el bautismo es la primera); este sacramento allana el camino a cada uno, hasta cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. La conciencia moral tiene que ser la verdad que conduce a la persona humana al bien, a la salvación que es llamada.
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