Sobre la revalorización de la paz en Tijuana
Ya es algo natural en nuestra ciudad de Tijuana el escuchar sirenas por todos lados, y al escucharla ya no decimos ¿Qué paso? La cual sería una pregunta tradicional, sino que le agregamos a esa pregunta ¿Ahora qué paso? Estas preguntas hacen notar lo debilitada que se encuentra la paz en nuestra ciudad; digo debilitada y no perdida porque nosotros, los ciudadanos de bien, los hijos de esta ciudad generosa clamamos la paz por nuestras familias y sobre todo por los más pequeños, los cuales serán los empresarios, maestros, doctores, sacerdotes, en fin los dirigentes del mañana y mientras haya alguien que pida este valor, este seguirá latente en el circulo de nuestra sociedad.
Pero ¿Qué podemos hacer nosotros para conseguir el fortalecimiento de este valor dentro de nuestra sociedad? Hay que saber pedir paz, no solo tenemos que pedir, también tenemos que participar con algo para que esta se nos dé. Para aprender a pedir paz tenemos la obligación de conocer que es la paz para no caer en ambigüedades, porque “la paz no es simplemente ausencia de guerra, ni siquiera un equilibrio estable entre fuerzas adversarias, sino que se funda en una correcta concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la justicia y la caridad” (cf. Concilio Vaticano II, Const. Past. Gaudium et Spes, 78: AAS 58, 1966); entonces a lo anterior podemos decir que la paz no significa solo la ausencia de conflicto, implica el vivir de tal modo que los conflictos puedan ser superados en el marco de la convivencia fraterna y respetuosa, es un espacio de encuentro y un tiempo de relaciones humanas gozosas, por medio de las cuales se debe convivir en tolerancia y armonía puede suponer un conflicto continuo, pero es positivo en el sentido que es una derrota continuada de la violencia. Las relaciones humanas son siempre conflictivas y la superación pacífica y positiva de estas situaciones es precisamente la forma de convivencia armónica de las distintas culturas, pueblos, religiones, sexos, razas y demás diferencias que puedan servir de excusa para la división, el antagonismo, el odio o la incomprensión.
Sin duda que estamos habituados a que se discuta sobre la paz desde un punto de vista político o sociológico como ausencia de guerra, y normalmente damos la responsabilidad de la paz a los gobernantes y organizaciones políticas, siendo que se debe hablar de paz desde una perspectiva humana y resaltar el papel tan importante que tiene cada ser humano para traer la paz al mundo. Por lo anterior, el avance en cuestiones de paz debe de ser individual en primera instancia y después colectivo, pues son los individuos los que al actuar de forma pacífica, hacen que mejore la calidad de vida, las instituciones, el medio ambiente y el futuro en general de nuestra sociedad. A través de la paz, podemos manifestar el espíritu esencial que nos une, en medio de nuestras distintas maneras de ser. La paz que pedimos a las autoridades en nuestra ciudad es una paz egoísta, es una paz malentendida, les pedimos que terminen con los elementos que causan el desorden social y al pedir esto se nos olvida que ellos también son personas, pedimos pena de muerte para el asesino, cadena perpetua para el violador, encierro para el ladrón, todos son cortes de tajo al problema, soluciones desesperadas y rápidas a un problema que se pudo evitar desde sus raíces. En la construcción de culturas de paz, más allá de cualquier interés o desacuerdo debemos de encargarnos de la prevención de estas situaciones que causan el desorden social, pero ¿Dónde podemos encargarnos de esto? Sin duda alguna en el seno familiar, la familia deberá de ser la primera reformadora social, pues es nuestra familia por la que pedimos paz y entonces esta es la que la debe promover con el testimonio y formación integral de los más pequeños.
El compendio de la doctrina social de la iglesia nos dice que la paz es fruto de la caridad y de la justicia, porque esta se debe de basar en el respeto del equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana. “La paz peligra cuando al hombre no se le reconoce aquello que le es debido en cuanto a hombre”(Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 494, Pp. 275) cuando su dignidad como tal se ve infringida y cuando la convivencia entre dispares no se dirige al bien común, por lo cual, cada uno de nosotros ciudadanos ya sea pacíficos o delincuentes, debemos de buscar el orden y el bien común teniendo como principales herramientas la caridad y la justicia para que con estas armas luchemos en la búsqueda de la paz; sobre todo debemos cada uno reconocer la propia responsabilidad por promover la paz como un impulso interior, pues este servirá para extenderla a las familias y a las diversas instituciones sociales hasta alcanzar ahora si a la comunidad política; esto es por lo cual la paz debe de comenzar en el individuo.
Nosotros ciudadanos de Tijuana debemos de dar paz y después pedirla, debemos ofrecerla entre los nuestros, debemos de ofrecerla a nuestra sociedad, a los que tenemos más cerca; debemos de aprender a clamar paz en esta sociedad de conflicto, debemos pedir una paz que no infrinja los derechos del otro; debemos de reconocernos pues como individuos de paz, individuos encargados de aceptar la misión de llevarla a los demás por medio del testimonio, para que este testimonio pueda hacer eco en nuestra familia, después en nuestra pequeña sociedad y que al final abarque a todos, porque por el hecho de ser personas la merecemos.
Seminarista Martín Alfonso Mata Gallardo.
III de Filosofía.
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