El valor del mestizaje según Beuchot

El pensamiento analógico juega un papel esencial durante la época de la conquista, si ya los pitagóricos venían revisando este pensamiento para responder a las premisas que los números no les permitían, ahora grandes sabios como De las Casas o De la Vera Cruz estaban dándole revisión a este pensar, para alejar las situaciones de discriminación a los indios[1]. Instituciones de la filosofía latinoamericana como Leopoldo Zea o José Vasconcelos, vienen a completar este pensar filosófico analógico con su pensamiento de liberación o el de que esta misma surja de una realidad concreta. Todo esto en su tiempo permitió un dialogo intercultural, no univoco, no equivoco, sino análogo, para no excluir al más débil.

Este uso debido del pensamiento analógico icónico, fue un gran parte aguas para superar la situación de exclusión y tal vez en nuestros días pueda servir para combatir el fenómeno de globalización que excluye a los más débiles[2]; en el México de la conquista se marcaban serias diferencias por la raza, el color y las creencias, pero el reconocimiento analógico del otro, poco a poco va interpelando a los españoles no sólo como sujeto de dominio, sino también como aquel otro ser humano que pedía respeto a su vida y a sus credos, aquel indio que causaba estupor, pues no sabían cómo codearle, como bárbaro o como persona, y a este respecto vemos como la analogía en las voces de los antes mencionados y de Antón de Montesinos y Juan Ramírez; aunque el otro para ellos representaba la diferencia, supieron reconocer su dignidad, supieron hacer una labor de reconocimiento ante el indio.

“Fue por la analogía de la analogicidad, o de la iconicidad, que les hizo ver al otro, al diferente, el indio, como el semejante, como el que podía ser incluido, a pesar de que todo indicaba ya una exclusión homicida y que era imposible oponerse a tan monstruosa situación ya de hecho irreversible”[3]

Lo que da paso al reconocimiento del otro es pues este proceso de incorporación analógica, lo cual se puede encontrar muy claro en el barroco: “una época en la que ya las razas no se dedican a destruirse, sino que se consolida esa fusión de las mismas que es el mestizaje”[4]. El barroco como situación o momento analógico nos viene a dar una nueva cara de México porque ni los indios son indios ni los españoles son tales, se crea una nueva raza, una raza mestiza con nuevas exigencias[5], se viene a dar un síntesis resultado de esa situación dialéctica el cual nos entrega una riqueza cultural sin igual, el cual replantea la convivencia y la racionalidad, el cual nos une, el cual crea ése mosaico cultural llamado mestizaje.

Una de las principales características del arte Barroco es su diversidad y a la vez su exageración, es un arte muy recargado y cual enfatiza las luces y las sombras, creando valiéndose ya sea del relieve de las esculturas o de los colores de las pinturas para darle una atmosfera de claro-obscuro, y así es también nuestra cultura mestiza, no es todo europeo o indígena sino que resulta algo más enriquecedor lo cual propone Vasconcelos. Para explicar esto, Beuchot habla de la hibridez o hibrido, que no corresponde a lo humano, pero que es un claro ejemplo de diferencia. Entonces, el valor del mestizaje atañe a una causa de atención a la historia de lo indígena con lo europeo, lo cual ayudó a liberar a Latinoamérica del la visión europea que era excluyente y lo cual se cristalizo en el mestizaje como un símbolo de integración, un signo de unión de ambas culturas[6].

Visto por el lado del aspecto histórico, dicha integración tuvo un valor desmesurado pues causo grandes afecciones a todos los campos socioculturales, ahora bien en el aspecto pragmático fue algo muy distinto.

Cuando un filósofo se separa de la perspectiva univocista se dice que dicho filósofo está logrando un intento analógico. Vemos que hay un intento analógico siempre que el filósofo se separa de la perspectiva univocista y éste el caso los jesuitas que llevaron a cabo “un sincretismo que trataba de juntar lo racional con lo irracional, lo luminoso con lo misterioso, en ese tacto analógico que hace que se toquen, en los bordes, los opuestos”[7]. Pero este sincretismo no es otra cosa que la hibridación de las culturas, el cual lo podemos encontrar según cita Octavio Paz en el hermetismo neoplatónico renacentista[8].

Como vemos dicho sincretismo se dio en el campo religioso e intelectual, y no solo ahí, también repercutió en el modelo social y económico:

“a partir del ethos barroco que con el imaginario y la simbolicidad trataba de salvar la contradicción de la modernidad capitalista, que proclamaba la libertad pero que esclavizaba con el mercado”.

Había que salvar el mercado y la libertad, es por lo cual que surge la hermenéutica analógico-barroca de Samuel Arriarán y la Universidad Pedagógica Nacional[9], los cuales buscaban dentro de este nuevo orden político-económico la lucha por un orden más justo en el que se respetaran los derechos de los novohispanos, ese mestizaje que es el símbolo de la multiculturalidad y ya no de la exclusión para favorecer a solo unos cuantos[10]; por lo tanto este pensamiento ensalza el mestizaje y lo pone como algo de sumo valor pues por primera vez nos permite el ser inclusivos, lo cual trae consigo un sinfín de virtudes, como por ejemplo una mayor apertura ante los retos en el orden político-social y económico, los cuales no sólo eran de emancipación ante la conquista, sino también para suscitar el diálogo de igual a igual, el cual se dio poco a poco. Todo lo anterior permitió que se lograra una recuperación de la capacidad simbólica de ambas partes y un pluralismo cultural, en el que sin perder la capacidad de inserción en lo universal se resaltara la particularidad y diferencia. El mestizaje es análogo y también es fruto de este largo proceso de diálogo y como antes se menciona en este ensayo fruto de una hermenéutica analógico-barroca.


[1] Cfr. L. Hanke, “El prejuicio radical en el nuevo mundo”, FCE, México 1985, p. 125; o también véase: Revista filosófica, Universidad de Colima, Tomo I, número 4, Julio de 1994, pp. 44-51

[2] CEM, Documento de Aparecida”, N. 60-73

[3] BEUCHOT, Mauricio, “Lineamientos de hermenéutica analógica”, p. 46

[4] Ibid, p.47

[5] Cfr. VASCONCELOS, José, “La Raza Cósmica”, Porrúa, México 1925, p. 20

[6] ESCOBAR, Valenzuela, Gustavo, “Pensamiento Filosofico de México”, Ed2 Torres y asociados, México 2006, p. 108

[7] BEUCHOT, Mauricio, “Lineamientos de hermenéutica analógica”, p. 50

[8] PAZ, Octavio, “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, FCE, México 1983, pp. 57-58

[9] Mencionado en el texto de Beuchot

[10] L. Hanke, “El prejuicio radical en el nuevo mundo”, p. 125

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